CIEN FOTOGRAFÍAS: LA QUINCUAGÉSIMO CUARTA


Aquí empieza lo malo, podría decir parafraseando un título de una excelente novela de Javier Marías, porque todo lo que puede verse en la fotografía es falso. Lo único auténtico es la reproducción del cartel del Circo Atlas pero el ambiente, el color sepia, los vagones que nunca existieron, el almacén de resina reformado y pintado, el tejado falsamente deformado, todo esto que es falso, que nunca existió, que no es más que una mentira, un decorado de juguete con unos vagones de juguete, nos hace retrotraernos a nuestra infancia y nuestros recuerdos.

Recordamos, también posiblemente con la falsedad edulcorada por el paso del tiempo, emociones de cuando éramos pequeños y la vida nos sorprendía mientras veíamos llegar los trenes a la estación, o pasar a nuestro lado, tan próximos, en el paso a nivel, perdiéndose en el horizonte para  girar inmediatamente la cabeza hacia el otro lado esperando al próximo.

Traspasamos nuestros recuerdos a nuestras maquetas intentando reconstruir aquello que vimos, o tal vez que imaginamos que vimos, pero ahora ya asumido como visto, y a pesar de que ni son exactas, ni siquiera en muchos casos se parecen a nada que realmente haya existido, somos felices cuando las contemplamos. Curioso entretenimiento este.


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