Salía a comprar el pan, como decía Francisco Umbral, cuando me encontré en la biblioteca de Las Matas con el II Encuentro de modelismo ferroviario. Aturdido ante tamaña situación, penetré trastabillante en el recinto en busca del tren perdido o cualquier otra circunstancia que se terciase.
Tras bajar cuatro escalones, y tras una gigantesca Santa Fé construida con piezas de Mecano (santa fé hay que tener para meterse en ese engorro) descubrí lo que para mí fue más atractivo, que no era otra cosa que una breve exposición de modelos de latón, construidos por mi amigo Fernando Díaz.
Debo indicar, pues es de justicia hacerlo para quien no lo conozca, que este tal Fernando Díaz es persona de trabajo virtuoso y cuidado, que monta con delicadeza y una cierta parsimonia toda clase de modelos de latón que llegan a su poder, siendo así que quien lo viere en ese proceso artesanal, tal creyera que es el diablo quien guía sus manos, tan pequeños y limpios son sus puntos de soldadura. Amén de estas habilidades, es dado también a la pintura y maneja el aerógrafo con primor y mesura, consiguiendo unas libreas de tonalidades harto verosímiles para envidia y desconsuelo de críticos e imitadores. Persona humilde y recatada, cuesta que se propicie en festejos y alharacas, de aquí mi sorpresa al encontrar una vitrina con algunos de sus modelos privados, siendo aún mayor mi ánimo al verle en persona, prodigándose en el acto.
Tienen estos modelos algunas diferencias respecto a los kits seriados que monta habitualmente. Son ejemplares en los que Fernando ha introducido algún detalle complementario, desde la modificación de alguna pieza o elemento añadido, hasta el toque de pintura o patinado que lo distingue del resto de la serie. Se trata por tanto de modelos únicos, personales y personalizados, más únicos si se quiere que los que nos monta a los amigos/clientes, clientes/amigos. Para eso son suyos.
Tuvo a bien el artesano permitirme fotografiar alguno de estos (de los que bien sabe que me ponen los dientes largos) fuera de la vitrina para evitar reflejos. A ellos corresponden estas fotos que iba haciendo, mientras observaba de reojo el regodeo correspondiente al verás pero no lo catarás, que los maestros usan con los aprendices, no con afán de humillación, sino para que, porfiando en el estudio y trabajo, logren medrar en el futuro. Todo ello por su bien, naturalmente.
Agradecido, besé sus manos y fuimos en busca de un refrigerio a una tasca teutona próxima, pues a lo largo de los años y los caminos, he descubierto que esa enfermedad de la belleza llamada síndrome de Stendhal, se cura con la ingesta continuada de líquidos alcoholíferos, recuperando el enfermo el equilibrio y mesura sin que medien para ello matasanos, ni doctores por Flandes.
Agradecido, besé sus manos y fuimos en busca de un refrigerio a una tasca teutona próxima, pues a lo largo de los años y los caminos, he descubierto que esa enfermedad de la belleza llamada síndrome de Stendhal, se cura con la ingesta continuada de líquidos alcoholíferos, recuperando el enfermo el equilibrio y mesura sin que medien para ello matasanos, ni doctores por Flandes.
Del resto, para mi gusto y con el debido respeto a todos los artesanos presentes, sólo me llamó la atención, como a cualquier niño de mi edad, el Talgo de piececillas, del que os coloco la foto que sirve de despedida a esta breve reseña.
Y es que no me acabé encontrando en el encuentro. Demasiada chapa de mecano y poco de lo demás. Mi idea del modelismo ferroviario, como intento exponer en estas entradas, es otra muy diferente.
Y es que no me acabé encontrando en el encuentro. Demasiada chapa de mecano y poco de lo demás. Mi idea del modelismo ferroviario, como intento exponer en estas entradas, es otra muy diferente.
Que curioso. Vivo en Las Matas y alguna vez me he acercado al museo. Ese evento concretamente no lo pude ver por encontrarme de viaje.
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