EL PAÍS DE LOS TALGOS

A veces, con los calores de las noches de verano, uno se desvela y le da por divagar. Así que la otra noche, entre desvelos y lecturas de novelas policíacas, me dió por pensar que con la aparición del Talgo III y sus posteriores hermanos y primos, el Talgo III RD, el Talgo III camas y el irrepetible Talgo III TEE, se podría haber entrado en la modernidad del ferrocarril europeo. Disponiendo de una flotilla de estos trenes, posiblemente podríamos haber sido los pioneros en aplicar la alta velocidad en un ferrocarril europeo, con tal de haber realizado las mejoras necesarias en los trazados de las líneas.


Pero esto era y es, España, otra forma de ver el progreso, el desarrollo y el futuro. Sin ánimo de entrar en discusiones bizantinas, al día siguiente, me propuse imaginar como quedarían mis Talgos y la alta velocidad española en los años 60 y 70 del pasado siglo si la historia hubiese sido otra.



Me imaginé una estación llena de Talgos III, equivalente a las que ahora vemos con los Aves llenando sus vías. Con Talgos que realizaran una conexión rápida Lisboa-Madrid-Irún-Burdeos-París, vía Burgos, con cambio de ancho en Irún, en coche camas con ducha, sin necesidad de cambiar  en nuestras vías el ancho español. Algo parecido a lo que ocurría con el Talgo III TEE, denominado Catalán Talgo (los españoles siempre robando) cuando iba a Ginebra y casi permitía a cualquier palurdo creerse un europeo de bolsillo en un pis pas.


Otros viajarían por España a los cuatro puntos cardinales, además de los otros cuatro transversales imprescindibles. El corredor mediterráneo, el de la ruta de la plata, el del norte y el del sur. Los que ya ni existen, ni se les espera, tal es la clarividencia de nuestros gobernantes. 


Habríamos olvidado aquellos expresos lentos, o los rápidos exclusivamente nominales, que necesitaban tantísimas horas para, ya no atravesar la península, sino para acercarnos a algunas capitales de provincia vecinas. A todos ellos, por su lentitud, los devoraron los coches y los Talgo III como seres antediluvianos fueron sobreviviendo, huyendo del centro a la periferia, en líneas fatigadas y fatigosas, sin sacarles el partido que merecían. Purasangres reconvertidos en asnos, nacidos para correr en grandes rectas y obligados a morir entre revueltas de montañas o en viajes extenuantes. 

He grabado, como si fuera una cámara fija en tiempo real, un vídeo con mis Talgos III.




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