A veces aparecen imágenes, sin querer, que nos hacen pensar en lo que podíamos haber sido y seguramente ya nunca seremos. Para mí esta es una de ellas. Un tractor de Electrotren, de lo mejor que ha hecho, aunque las malas lenguas dicen que fue un "fusilamiento". Un correo de Miniaturas Lacalle, sobran las palabras. Y un verderón también de Electrotren al que le perdonamos que haya que retocar la rodadura, demasiado dura, demasiado dura, a cambio de una buena factura del modelo.
Si exceptuamos a Lacalle, impertérrito generador de artísticos latones, que nos ofrece sus novedades con continuidad, ¿qué queda de lo demás? ¿Dónde fueron aquellos modelos que quedaron en manos del inglés? Sólo promesas desaparecidas, dibujos perdidos en catálogos irreales. ¿Y aquella marca que llegó a fabricar modelos deseados y de calidad? ¿En que proceloso mar hundió nuestras esperanzas? Quedaron huérfanas las locomotoras tender y las UTE.
Mi vida de aficionado al tren español transcurre en este teatro del absurdo ferroviario, en donde, como Vladimiro y Estragón también espero que llegue ese personaje que lo cambiará todo.
Estoy esperando a "X", aunque no sé cuando llegará y si viviré para contarlo.
Estoy esperando a "X", aunque no sé cuando llegará y si viviré para contarlo.
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