Hasta hace unos años los trenes disponían de furgones de equipajes. Estos coches se utilizaban para que los viajeros depositaran sus bultos más voluminosos, baúles, paquetes o maletas que no se iban a utilizar durante el viaje. Yo todavía recuerdo que el equipaje se recogía en el Talgo II y te lo entregaban al final del viaje, algo civilizado que sorprendía al viajero celtibérico poco acostumbrado a esos hábitos. Incluso en los tiempos de mi niñez, viajando con mis abuelos solo se subían al compartimento un par de maletas en las que iba la ropa de noche y los neceseres. Una de ellas, el "budoir" como la llamaba mi abuelo, que todavía conservo, con sus frasquitos, cajitas y espejo. El equipaje voluminoso iba al furgón, bajo mi vigilante mirada, y tras comprobar si viajaba perro, me volvía al coche con la sensación del deber cumplido.
Añoro de aquel tiempo algo tan elemental como es el transporte del equipaje. En aquella época era posible viajar sin cargar con las maletas, si bien es cierto que aunque la cantidad acordada por el transporte desde el taxi al coche no era muy elevada, no todo el mundo podía permitírselo, y así, podían distinguirse a los viajeros de primera, segunda y tercera clase, desde la entrada de la estación en función del equipaje. Con la crueldad de la inocente mirada infantil, observaba cómo si el transporte era con maletero iban a coches de primera o camas, con la maleta en la mano los de segunda, y sujetando como podían una profusión de atadillos, maletas de cartón atadas con cuerdas o correas que a veces se desvencijaban por el andén, los de tercera.
Hoy día, cuando viajamos en tren, todos nos autotransportamos igualitariamente nuestras maletas y bultos por los andenes, hasta que los subimos al coche para acoplarlos como podemos en las estanterías de la entrada o en los estrechos maleteros que existen a lo largo del vagón, sobre nuestras cabezas. Cuando viajo por cualquier país europeo me encuentro con una cierta frecuencia que no se dispone de espacio físico adecuado para dejar el equipaje, por lo que los viajeros, de forma bastante maleducada y desagradable, ocupan el asiento de al lado para colocar su maleta. Y no me refiero a los coches de primera o segunda clase reciclados que sirven para todo en muchas redes europeas. Prueben a colocar una maleta en un moderno coche de dos pisos en determinados trenes de Centroeuropa, etc, etc.
Actualmente, esta sociedad políticamente democratizada y correcta, facilita que todos vayamos con bultos a la espalda y empujemos maletitas con ruedas en donde solamente caben cuatro cosas, porque hay que prepararse a sufrir si se viaja con maletas grandes. Este ejercicio, digno de la pista americana de entrenamiento, además de igualarnos a todos, ayuda a que las personas de edad podamos sufrir problemas de salud, ahogos, hipertensión, dolores de espalda, etc, gracias a las dificultades añadidas para poder emplazar el equipaje, siendo probable que se nos acorte la escasa vida que nos queda. Es una solución posiblemente no reconocida, ni aceptada por Gobierno alguno, para arreglar el tema de las pensiones. Irónicamente hablando, siempre he tenido la sospecha que esta intención democratizadora poligubernamental, que se extiende por toda Europa, proponiéndonos viajes continuos a las personas mayores, fue uno de los puntos de la Conferencia de Wannsee que no llegó a desarrollarse.
Con independencia de todo esto, a mí me gustan los furgones, en general, y los de equipajes, en particular, por lo que procuro buscar trenes en los que exista la posibilidad de colocar uno. No voy a decir que sea un maníaco furgonero, pero sí que me gustan más que los coches de viajeros, posiblemente por su variedad. Frente a composiciones obligadas con coches muy similares, la aparición del furgón, diferente al resto de coches, distintos incluso entre sí, animan las composiciones dando un toque variado a las mismas. Formar un convoy de furgones que, supuestamente, se van recogiendo y redirigiendo a su base me parece bien, porque como siempre digo, en el fondo esto solo es un entretenimiento que se juega de muchas maneras.
Yo también me encuentro entre los que nos gustan más los furgones de equipajes y postales, que los de pasajeros. Desgraciadamente eso ya lo perdimos. Tienes razón en lo que dices sobre los viajes. Hace no mucho tiempo, estube en tren de camino a Hamburgo y llevaba una maleta grandd, como tu la describes, y viajando en un coche de dos pisos ( abajo, que es segunda clase ) apenas podía llevarla trabajosamente entre mis piernas para no molestar. Además era un Ruhewagen, así que nada de ruidos.
ResponderEliminarEso no me hubiera ocurrido en 1945 por ejemplo. En fin, si tuviera un Delorean, ya se a dónde volvería.
Unas fotos estupendas, sobre todo las del material germano.
Un saludo.