La dieselización y la incorporación de la numeración UIC marcaron los primeros cambios en nuestro ferrocarril acostumbrado al vapor y la madera. Aunque se mejoró en algunos aspectos y se redujeron los tiempos de recorrido, el aumento del nivel de vida de los españoles y la inclusión del automóvil en el ámbito familiar, no sólo como símbolo de estatus, sino con la facilidad de libertad de movimientos, acabaron dando el golpe de gracia a una RENFE que no acertaba a mantener a una clientela con la fidelidad necesaria.
Abandonada nostálgicamente por los amantes del vapor, que vimos desaparecer las locomotoras que tantas veces nos transportaron, y por todos los que nos incorporamos al mundo del motor y la carretera, languideció lentamente sin aumentar el número de viajeros y escasas mercancías. Fue el final de un período en el que desaparecieron talleres, depósitos, locomotoras y los equipos maquinista-fogonero se desmembraron.
Es la idea que he pretendido reflejar en la imagen cuando, en los años 70 del siglo pasado, las diesel empezaron a encabezar de forma habitual los trenes y las "bestias de fuego" se fueron apagando.
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