Esta mañana me he dado un paseo por el depósito de Villefranche. M. Tournevis, el jefe de taller me ha permitido deambular por sus instalaciones y he aprovechado para sacar unas fotografías con algunas de las personas que trabajan en ellas.
Tras retirar las cenizas el equipo de trabajo se toma un descanso. A esta hora no hay demasiada actividad.
Esa acción memorable de encender un cigarrillo en el futuro estará mal vista, e incluso prohibida. Es el momento de un breve descanso, el placer de desconectar. Las locomotoras de vapor y los cigarrillos desaparecerán prácticamente de la vida. La extinción de las especies.
Me resulta muy atractivo ver el trajín de los talleres en el depósito. El mantenimiento de una locomotora de vapor exige una atención constante del nivel en los engrasadores. El maquinista repasa y le indica al fogonero las labores necesarias. El martillo y la aceitera, unidos al trapo grasiento, son imprescindibles en el desarrollo de tan delicada manutención.
Recargando fuel. La adaptación de los tender de carbón a fuel conllevó la aparición de una serie de aparatos de carga para poder realizar la operación sin poner en peligro al personal. Según el tamaño de las instalaciones, las mangueras llevan unos elementos de protección para evitar las caídas y facilitar que no se produzcan excesivos derrames. No se consiguió ninguna de las dos cosas.
La sublime actividad de palear carbón. Un buen fogonero es fundamental en el rendimiento de una locomotora de vapor. Otro oficio, desaparecido en el futuro , quedará restringido a aquellos aficionados a los trenes de vapor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tus comentarios!