EL VAGÓN DE COLA

A diferencia de otros aficionados que les gusta coleccionar y disponer de la mayor cantidad de material, comprando incansablemente locomotoras, coches y vagones para reproducir todos los modelos y composiciones posibles, prefiero disponer únicamente de los imprescindibles para disfrutar visualmente de mis maquetas y dejar que mi imaginación vuele, que es lo que realmente me relaja. Como ya he escrito en alguna ocasión, tengo el defecto de que me mueva emocionalmente más la estética que el exceso.


Cuando tiré estas fotografías había acabado de releer una de las muchas obras de Simenon, uno de mis autores recurrentes desde que era joven. El comisario Maigret debe desplazarse fuera de París y la narración discurre con con un transfondo de trenes, estaciones, llegadas a horas intempestivas, lo normal en los viajes en la época en la que transcurre la acción. Recordé la ilusión que me generaban estas novelas en mi juventud. El deseo de recorrer todas y cada una de aquellas calles y poblaciones que en aquellos momentos me parecían tan lejanas y ahora se me han vuelto casi habituales. Cogí la cámara y me lancé a la maqueta a intentar reproducir esa sensación.


Buscaba conseguir la impresión de soledad al estilo de Hopper. Un vagón de cola iluminado al final del tren,  que entre luces y sombras asemejara una llegada nocturna. La estación vacía en ese horario perdido ente las dos y media y las cinco menos cuarto de la mañana, en donde un ferroviario, entumecido por el relente y medio adormecido, espera que le abran el portón para descargar los bultos y volver a resguardarse en la oficina. Ninguna de las dos es un Hopper, que más quisiera yo, pero me gustan esas sombras en el suelo.

2 comentarios:

  1. Muy buena elección de temática y muy bien reproducida la sensación que describes. Yo no he leído al escritor que te inspira estas líneas aunque a raíz de tu artículo algo caerá. Has conseguido volverme a colocar en las ventanillas de los ocho miles del Costa Brava (Madrid-Cham. Barna por Cerbere), en un fantástico viaje de ocho de la tarde a ocho de la mañana camino de veraneos larguísimos. Pasábamos de noche por estaciones fascinantes donde alguna Alsthom 7600 dormitaba plácidamente esperando su servicio.
    No eran ya tiempos de vapor... pero tampoco de AVE's.

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  2. Es cierto que los trenes de noche siempre nos han traído recuerdos inolvidables a pesar de la duración de los viajes. Yo recuerdo algunos brutales, entre ellos un Madrid-Barna con mi coche en el auto expreso que me hizo prometerme que nunca más volvería a utilizar ese servicio, cosa que he cumplido. Pero, sin embargo, cuando hacemos nuestras composiciones los recordamos con cariño y ahora, que ya no existen, los añoramos. La contradicción del ser humano.

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