El TAF marcó el despegue de la modernidad en la España de los años 50 del siglo XX. Su silueta aerodinámica contrastaba con los clásicos expresos y rápidos de coches metálicos (algunos), metalizados, o incluso de madera, que todavía eran frecuentes en aquellos años.
Recuerdo que a mí no me gustaban, porque acostumbrado a andar por el coche, salir del compartimento al pasillo y recorrer el tren para ir al restaurant, o a la cafetería, si los había, me veía ahora en cambio obligado a estar sentado en un asiento que no tenía nada que ver con los de primera o los coches cama, en donde yo campaba a mis anchas. Si a esto añadimos que no se podían bajar las ventanillas, era el acabose. Demasiado aburrido para un crío, aunque fueras cargado de tebeos y algún libro de Bruguera.
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