En los años 50 del pasado siglo, cuando en España los ciudadanos prácticamente acababan de dejar las cartillas de racionamiento, decir "las americanas" era el equivalente a pasar a otro mundo. Lo moderno, limpio y funcional dejaba boquiabierto al personal que estaba acostumbrado a la mugre grasienta de lo usado hasta la extenuación tras haber sido sometido a arreglos imposibles, chapuzas para ir tirando dignas de un Nobel de inventiva e imaginación. Ahí era nada, una locomotora diesel y ¡americana!. Primero las 1600 y después las 1800 dieron a nuestras vías imágenes de película hollywoodiense. En realidad el color de origen de las 1800 era un marfil blancuzco y no el plateado que nos ha colocado Electrotren en el modelo. Seguimos sin poder tenerlo todo.
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