El tiempo, ese pertinaz acosador, también influye en Villefranche au pied de Puy. En esta ocasión, amenazando la estabilidad emocional de las venerables Mikados con la aparición de un par de locomotoras diesel en sus andenes. La realidad social obliga a mejorar las condiciones de trabajo de los maquinistas. La limpieza y comodidad del conductor de una locomotora diesel no tiene nada que ver con la penuria y suciedad que sufren los maquinistas y fogoneros de una locomotora de vapor. Aún así, la reticencia al cambio se advierte en el ambiente. Viajeros y ferroviarios contemplan displicentemente su aparición desde los andenes de la estación.
Formar nuevas composiciones que redondeen el marco del material rodante en los años 50-70 requiere la incorporación de alguna locomotora diesel. Las dos series más clásicas que han circulado por el Macizo Central fueron la 66000 y la 68000. Ambas válidas para servicios de viajeros como de mercancías han tirado tanto de Ómnibus, Directos y trenes expresos regionales como de MV y mercantes.
La serie 66000 surgió como un desarrollo de la 63000. Son locomotoras ligeras, de tipo mixto, válidas para trenes de mercancías y viajeros. No disponen de caldera para calefacción de los coches de viajeros, por lo que se les debe acoplar un calderín en invierno. Su bajo peso les permite circular por las vías secundarias en las que es importante atender al peso por eje. En ocasiones se las puede ver en parejas traccionando trenes de mayor calado.
Un día ventoso, en medio de una llovizna persistente, hizo su aparición en Villefranche la primera 66000. En medio de los escapes de vapor de sus compañeras de rail atravesó la playa de entrada en cabeza de un MV estacionándose en vía 3. Las 141TA siguieron con su ritmo habitual ignorando el suceso. Una 141E pitó su salida alargando el silbido quizás un poco más de lo necesario. En días posteriores se volvió a ver la 66000 con unos vagones de mercancías.
El problema se acrecentó cuando unos meses después irrumpió en escena una 68000 con varios coches de viajeros DEV Inox. Comenzaba el verano. "Si estos artilugios petrolíferos van a sustituir a nuestras mikados no seré yo quien les de ni la entrada ni la salida", dijo el Jefe de Estación, levantando murmullos de admiración entre el personal escandalizado ante la magnitud del cambio. "El Progreso no solo es necesario, sino ineludible" manifestó el Alcalde en un bando para calmar los ánimos y templar las sensibilidades de sus conciudadanos. Mi querido Louis Charles de Pontigny-Chantal ya intuía que el agua embotellada iba a dar más beneficios a la larga que el balneario y soñaba con largos trenes de vagones repletos de botellas. El naturalismo puede generar enormes beneficios a un coste bajo, asentía el doctor Fagot.
A mediados de los años 60 el cambio de época en Europa se afirmaba. La Segunda Guerra Mundial había concluido hacía 20 años y se iniciaba el camino hacia la modernidad. Los electrodomésticos, la televisión y el automóvil empezaban a integrarse en la vida de las familias, aunque el tren todavía era el medio de transporte más utilizado. Las vacaciones ya eran pagadas por los empresarios. Los trabajadores cansados se convertían en turistas ansiosos por descansar. Se iniciaba el principio del fin de los lugares encantadores, las plazas tranquilas, las playas vacías. Comenzaba el turismo arrollador y los turistas agotados se convertían nuevamente en trabajadores dispuestos a agotarse para poder volver a ser turistas. Aquel antiguo eslogan, "Vacaciones sin Kodak, vacaciones perdidas", ya amenazaba con un futuro demoledor. El imperio de la foto de viajes había arrancado. En el café de la estación ya se oía decir a alguien que alquilaba habitaciones a los veraneantes. Los viajeros comenzaron a desaparecer eclipsados por los turistas. Parecía horrible, pero estábamos muy equivocados. Ha sido mucho peor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tus comentarios!