Viajar en tren, para mí, representa la comodidad sobre cualquier otro medio de transporte a la hora de efectuar un viaje. Pero la finalidad del tren es esa, realizar un viaje. En esta cultura de turismo de masas y fotografía digital, lo importante del viaje en tren no es el viaje, sino aparecer en el viaje, por lo que se pierde el objetivo fundamental del concepto, que es trasladarse de un lugar a otro.
SNCF, Good journey, good snow. Fix Masseau, 1938. |
Canadian Pacific, Roger Couillard, 1955 |
Hace ya muchos años, más de treinta que yo recuerde, que empecé a ver como el Glacier Express se llenaba de turistas. He visto desaparecer el Train Bleu, todos los TEE, los coches Pullman y la Wagon-Lits Cook.
La burda recreación del Orient Express, con término en Santa Lucía, como capricho para millonarios horteras, me hizo llorar.
Viajar en el Transcanadian es hacerlo en un tren fantasma, semivacío, con ancianos que celebran algún evento familiar. Algo parecido le ocurre al Ghan, o al Blue Train sudafricano, que ya no son lo que eran.
Han reconvertido en tren de lujo el Transiberiano. De Moscú a San Petersburgo se va de día, en coches de Talgo, y el tren de los espías -el de verdad, no la película- que atravesaba la DDR hasta Berlín, ya no existe.
Ahora la moda es el tren de Flamm. La conversión de un fiordo en un parque temático con tren, autobús y crucero incluído. Extraordinario, se cuentan por cientos de miles los visitantes. Roco ya lo ha reproducido en H0, aprovechando el tirón de público.
Prefiero comprar los libros de fotografías que me recuerdan aquella época dorada, ver los vídeos y películas filmados antiguamente y seguir recordando o soñando, sentado desde mi sillón, porque aquel mundo ya no existe.
Desde hace tiempo, se recomienda que para viajar de El Cairo a Asuán la forma más segura es en ¡tren turístico!. Afortunadamente, pude disfrutar de algunos de estos viajes en una época en la que aún se podía recorrer el mundo de forma civilizada, utilizando medios de transporte hoy increíbles, y sin mayor problema que hacerse entender.
Han reconvertido en tren de lujo el Transiberiano. De Moscú a San Petersburgo se va de día, en coches de Talgo, y el tren de los espías -el de verdad, no la película- que atravesaba la DDR hasta Berlín, ya no existe.
Ahora la moda es el tren de Flamm. La conversión de un fiordo en un parque temático con tren, autobús y crucero incluído. Extraordinario, se cuentan por cientos de miles los visitantes. Roco ya lo ha reproducido en H0, aprovechando el tirón de público.
París-Lyon-Mediterranee, Émile-André Schefer, 1926 |
Egyptian State Railways (Queen Nefertiti) Zajk, 1938. Jürgen Klein |
Todas las fotografías de los carteles están sacadas del libro Railway Posters de Thierry Favre de la Editorial Antique Collectors' Club.
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