Una de las posibilidades que presenta el modelismo ferroviario es la opción de coleccionar modelos. Sin más. Desconozco en profundidad esta modalidad, pero pienso que no se necesita maqueta, como mucho un pequeño diorama para exponer el modelo que más apetezca en el momento y vitrinas, muchas vitrinas para guardarlos o exponerlos. Sin embargo aunque no sea un coleccionista puro, como cualquier aficionado al modelismo sí que tengo mi pequeña colección de modelos. Como es lógico en ella se encuentran desde los que me sirvieron de arranque hasta los últimos que van saliendo, siempre dentro del orden de mis preferencias.
Aquellos modelos que nos hicieron ser felices se han ido quedando obsoletos, funcionan, pero ya no son los mismos. Sin querer los he ido apartando de las maquetas para pasarlos a las estanterías con esa sensación de pasión agotada, esa especie de amor consumido pero que no quieres que se acabe del todo. En su lugar el mismo modelo, más moderno, se desplaza ahora recorriendo las vías. Otros no han sido reemplazados, bien porque aguantan mejor el paso del tiempo o porque no se ha creado el sustituto modernizado, y allí están prestando sus servicios tirando de las composiciones, como me ocurre con las BR 18.5 de Liliput. De este Gunther de la fotografía, años 70-80, a los actuales digitalizados por Trix o Marklin del mismo modelo hay una enorme diferencia.
Viene esta historia a cuento porque, mientras limpiaba una de mis BR-50, fijé mis ojos en otra locomotora. Una eléctrica, que me pareció maravillosa en su momento, de la que no sé cuantos kilómetros habrá recorrido por mis maquetas.
En 1975 compré mi primera locomotora eléctrica de ROCO. Era una E-44 de la DB diferente y fantástica. Han sido necesarios más de 40 años, 42 exactamente, para que Brawa me volviera a conmover con una versión actualizada del modelo. Una versión de la DRG, primera serie, muy bien terminada. Pasión renovada.
Y es que, aunque algunas cuarentonas estén muy bien, sigo prefiriendo dos de veinte. Ya solamente pueden ser de una en una. El tiempo se nota.
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